La mesa de Navidad es la más difícil y la más agradecida, la más comprometida y la más esperada, la más arriesgada y la más extraordinaria del año.
Reunirse con los amigos es una cosa y reunir a la familia, otra muy distinta. Nada que no sepa todo el mundo y que todos hayamos vivido en más de una ocasión. Tensiones no resueltas que lanzan chispas, desacuerdos insalvables que derivan en discusiones acaloradas, rencillas atávicas que resurgen con renovado furor… Y, sin embargo, repetimos. Quizá porque, aunque nos cueste admitirlo, sea más lo que nos une que lo que nos separa.